Sumario del artículo

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I. La inteligencia de los delfines debería permetirles obtener el estado de persona « no-humana »

II. La cautividad reduce drásticamente la calidad y la esperanza de vida de los delfines

III. Los delfinarios participan en la perpetuación de las matanzas de delfines en el Japón

Lo que hay que saber sobre los delfinarios

Lo que deberia saber sobre los delfinaros

La cautividad de los delfines y de los delfinidos – generalmente gran delfines, belugas, orcas pero también ballenas piloto, delfines de Riso o delfines de río – plantea graves problemas de ética, de investigación y de pedagogía.

Los estudios científicos demuestran claramente que esas especies no son adaptadas a la vida en estanque y que el hecho de forzarlas a vivir así constituye una maltratancia agravada a su respecto, aunque ciertos delfines capturados en mar logran sobrevivir durante varias décadas en esas condiciones.

El Gran Delfín costero siendo el odontoceto el más exhibido en los espectáculos de Europa, es en el que concentraremos nuestras reflexiones. Anotemos sin embargo que las orcas y los belugas presentan índices de mortalidad distintamente más elevados por culpa de su tamaño, de sus necesidades y de sus culturas específicas. Los delfines pelágicos, en cuanto a ellos, no soportan en ningún caso de ser mantenidos en detención.

Aquí tenéis todas la razones que nos comprometen en condenar la cautividad de los delfines :

I. La inteligencia de los delfines debería permitirles obtener el estado de « persona no-humana »

Muchos estudios científicos nos enseñan que los delfines tienen capacidades intelectuales iguales o superiores a las del ser humano. Aquí tienes unos de los hechos los más significativos de esa inteligencia :

Los delfines disponen  de una auténtica conciencia de sí mismo

Es lo que demuestra la famosa « prueba del espejo », reactualizada con la ayuda del vídeo, donde resulta que cada individuo se reconoce como tal, inspecciona su propio cuerpo con interés, abre la boca para ver su propia lengua o sus dientes, hace «muecas» o piruetas, lo mismo que reconoce la identidad de sus congéneres. En libertad, los delfines se divierten contemplando su propio reflejo en la máscara de los submarinistas.

¿ Sabíais que el cerebro de los delfines es más grande que el del ser humano y que sus circunvoluciones son más numerosas ? En febrero de 2010, los expertos científicos reunidos en San Diego con motivo del Congreso anual de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia, concluyeron que pudiera ser que el delfín fuera más evolucionado y más inteligente que el ser humano, fundándose particularmente sobre el desarrollo fenomenal de su lóbulo frontal, sede del pensamiento consciente y de la cognición asociativa.

Los delfines utilizan un verdadero idioma articulado, del mismo nivel que el del ser humano

Es lo que demuestran los estudios realizados por Vladimir Markov, Wayne Batteau o Kathleen Dudzinski, y muchos otros investigadores. Varios estudios científicos se prosiguen actualmente para intentar perforar los misterios del idioma de los delfines y de otros cetáceos (particularmente el de los belugas del Mar blanco). Éste esencialmente se funda sobre la combinación de sonidos pulsados (clicks) y de silbidos modulados. Ha sido probado que estos idiomas implican nociones abstractas. Y estos idiomas, ellos mismos empleados por los delfines, son distintos según los grupos a los cuales pertenecen.

Los delfines disponen de capacidades excepcionales de raciocinio y de una creatividad

Es lo que demuestran varios estudios, particularmente los llevados en Kewalo Basin (Hawai), donde todos los cautivos murieron uno por uno. Los entrenadores explotan por otra parte cada día esta facultad de comprensión y de aprendizaje ultrarrápido de los delfines : éstos son capaces de comprender una gran variedad de señales sonoras, gráficas o gestuales.

Anotemos sin embargo que ese tipo de investigaciones llevadas en estanque pretenden verificar esencialmente si el delfín puede pensar como el hombre. Tienden a enseñar conceptos humanos al cetáceo (como es el caso para el aprendizaje del AMESLAN por los gran monos) o crean idiomas intermediarios a uso militar para comunicar con los delfines soldados, pero esto no nos revela nada ni sobre su verdadero modo de pensamiento ni sobre su visión del mundo.

Los delfines disponen de verdaderas culturas « adaptativas »

Las técnicas de caza, infinitamente variadas e innovadoras, que descubrimos en diferentes grupos de delfines lo demuestran. Según las regiones, los Tursiops desarrollan variadas culturas propias y técnicas complejas y originales de caza. También son capaces de utilizar instrumentos. En Shark Bay en Australia, ciertos delfines utilizan un pedazo de esponja natural, lo ensartan al cabo de su espolón y así pueden excavar los fondos poblados de peces espinosos sin herirse. Este comportamiento inédito se transmite de madre a hija. Por fin, sabemos que los delfines juegan juntos hasta la edad adulta, que ayudan a los individuos más débiles de su grupo y que practican también una forma de arte : la escultura de burbujas.

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Los delfines viven en sociedades complejas y organizadas

Las comunidades Tursiops se organizan en efecto en « tribus » de una centena de individuos de ambos sexos y de todas edades (de 0 a más de 60 años por término medio), subdividiendo en pequeños « clanes » o familias de 5 o 15 individuos. Estos delfines residentes ocupan en general una porción vasta de costa, que puede extenderse sobre 120 km y cuyas fronteras de desplazan a menudo a las comunidades próximas. Ninguna enemistad entre estos « pueblos marineros », pero muy al contrario, intercambios incesantes, amistades y uniones sobre una escala más vasta todavía. Hablamos así de «super-tribus», comparables a nuestras « naciones ».

La sociedad delfina es de tipo « fisión – fusión » : se van, vienen, cambian de lugar y de compañero, se pelean también entre machos, pero sin que hubiera ni víctima ni sangre versada. Durante la bella temporada, todo el mundo nada cerca de las costas, a forrajear en las praderas marinas de las bahías bien protegidas o a zambullirse profundo en las tinieblas, a veces bajo 600 metros, guiándose por ecolocalización a manera de los murciélagos, gracias a los sonidos pulsados (clicks) emitidos por el orificio nasal de los delfines. Cuando la temporada se hace más tempestuosa, los delfines se apartan al abrigo hacia el alta mar. Las hembras constituyen el centro de la sociedad de los delfines. Viven en alguna distancia de los adultos machos que se reagrupan al otro lado del territorio común. Éstos se entregan a menudo a expediciones lejanas, para encontrar hembras exógamas. Así, la « firma silbada » de los delfines – su nombre, de hecho – permite a cada uno determinar a cual clan pertenece su compañero.

Estos variados comportamientos demuestran evidentemente que los delfines disponen de una inteligencia comparable de todo punto (incluso superiora en término de capacidad de cálculo) a la del ser humano

Cada inteligencia es dependiente del sistema sensorial propio de una especie. El universo mental de los delfines es tan fundamentalmente distinto del nuestro, ya que esencialmente acústico mucho más que visual. Sin embargo, los delfines comparten con nosotros valores tales como la curiosidad, la solidaridad, la cultura, el idioma, la creatividad … Mantenerlos encerrados solo para hacerles ejecutar exhibiciones a cambio de pedazos de pescados muertos se emparienta a todas luces con una forma de esclavitud a la cual La Dolphin Connection se opone firmemente.  

II. La cautividad reduce drásticamente la calidad y la esperanza de vida de los delfines

El cautiverio de los delfines reduce drásticamente su esperanza de vida Al contrario de la mayoría parte de las especies, que viven más tiempo en cautividad que en su medioambiente natural, los delfines cautivos viven por término medio 20 años menos que sus congéneres salvajes. Estimamos a una cuarentena larga de años la edad de los machos viviendo en libertad. Las hembras, por su parte, todavía pueden engendrar a niños a esta edad y estimamos su esperanza de vida a 60 años. La propaganda de los delfinarios afirma al contrario que no sobreviven apenas más allá de 25 años… y también que su inteligencia se sitúa entre la del perro y la del mono, lo que constituye una de las numerosas mentiras groseras difundidas por esta industria del ocio animal. Esa mortalidad se explica en primer lugar por el estrés generado por la vida en cautividad. Ésta implica en efecto factores variados y debilitantes, que pueden afectar la resistencia inmunológica o el psiquismo de los cetáceos. Citemos particularmente :

Una privación sensorial : el primer sentido de los delfines es el oido

Pasa ante todo por la ecolocalización (o sonar) que permite a los delfines « ver gracias al sonido » (de manera similar a los murciélagos, particularmente, o a los instrumentos de ecografía utilizados en medicina). Entonces, en un estanque de hormigón, las ondas acústicas se reflejan sobre las paredes de las piscinas, lo que ensordece a los delfines que utilizan sus sonares. Así reducen su utilización, tanto más cuanto que los cautivos memorizan muy rápido la estructura de la prisión que les encierra. Por otra parte, habremos anotado que TODOS los estanques están vacíos de todo objeto, al contrario de las jaulas de los gran monos al zoo, por ejemplo, que contienen aparejos y otros cordajes para ocupar sus días interminables. Aquí, se trata de mantener al delfín en superficie, pues de privarle de toda distracción bajo el agua, contrariamente al delfín libre que pasa cerca del 80 % de su tiempo inmerso.

Una privación social : los delfines cautivos son unos seres desarraigados

Los delfines capturados para abastecer los delfinarios son seres sociales sacados a su familia de origen y colocados en compañía de delfines nacidos en otros grupos. Se encuentran así en un contexto social totalmente desorganizado y artificial, presentado como « una pequeña familia » (Papá, Mamá y los niños) mientras que ese tipo de organización familiar no corresponde de ninguna manera a la que prevale en libertad, los machos viviendo separados de las hembras. Los delfines así confinados tampoco entienden el idioma o la cultura de sus congéneres (id es: Tursiops truncatus, Tursiops ponticus o Tursiops aduncus, totalmente mezclados), lo que amplía todavía más el estrés de la vida en estanque. La promiscuidad, típica a todos los tipos de cárceles, de cercados o de jaulas, suscita además unos actos incesantes de agresividad. Los machos se pelean entre ellos hasta matarse, y las hembras ahogan a los niños de sus compañeras de estanque. En los delfinarios, no respectan nada de todo lo que funde las sociedades de los delfines.

Una tentativa de domesticación no disfrazada

Más o menos 70% de los delfines cautivos actualmente viviendo en Europa nacieron en cautividad, generalmente de las obras de un macho fundador, es decir capturado en mar. Totalmente quitados de su modo de vida natural, sometidos a la voluntad de su entrenador, físicamente disminuidos, estos nacidos-cautivos se hicieron unas criaturas desnaturalizadas : no tienen más nada que ver con delfines salvajes.

Delfinarios: un intento no disimulado de domesticación

Su índice de mortalidad es extremadamente importante, sobre todo a la adolescencia, es decir entre 10 o 12 años. Recordemos que la domesticación de un animal no humano se obtiene sólo al término de varios milenarios : el perro, el caballo, los bóvidos, los ovinos, han sido domesticados a veces muy antes del neolítico. A semejanza del elefante o del chimpancé, el cetáceo se queda en cuanto a él un « animal salvaje », incluso en cautividad.

Una privación de ejercicio físico

Un delfín salvaje puede nadar hasta 100 kilómetros en un solo día, para cazar, divertirse y socilizarse. En los estanques de los delfinarios, los delfines son condenados a hacer idas y vueltas en un espacio tan reducido que lo pueden recorrer en solo dos golpes de caudal. En el caso de las orcas, ese tipo de comportamiento a menudo coincide con un hundimiento de la aleta dorsal, la señal reconocida de depresión en esta especie. Ese estrés se traduce por un índice de mortalidad elevado de los delfines cautivos, y particularmente de los pequeños. Los animales desarrollan úlceras y otras afecciones debidas a una alimentación artificialmente enriquecida de vitaminas, antidepresivos y otros antibióticos, y a la ausencia de agua de mar auténtica, renovada por corrientes y que contiene una serie de oligoelementos ausentes del agua clorada o purificada por ozono en la cual nadan desde su nacimiento. El estrés o la desesperación debida a unos abortos repetidos, a la salida inopinada de un compañero de estanque hacia otra estructura de contención o a la integración de un nuevo delfín en un grupo ya constituido, engendra por otro lado comportamientos de automutilación (los delfines se lanzan sobre las paredes de sus estanques) y comportamientos suicidas (la respiración siendo un acto consciente en el caso de los cetáceos, pueden decidir dejar de respirar para poner fin a sus días).

Unas condiciones de vida deletéreas

Los estanques y las condiciones de vida en los delfinarios no permiten atender a las necesidades fisiológicas y sociales de los delfines. La presencia de agua clorada es deletérea para los delfines, provocando particularmente enfermedades de la piel y problemas respiratorios, problemas que ya conocemos en las piscinas al uso humano donde el cloro puede provocar problemas graves de asma. El ozono, utilizado a guisa de cloro por ciertos delfinarios, provoca otras patologías, particularmente cutáneas. Y los sistemas de tratamiento de las aguas usadas y llenas de excrementos, inducen índices de presencia de coliformes demasiado elevados en numerosos delfinarios, lo que provoca enfermedades variadas. En la naturaleza, cuando los delfines se enfrentan, tienen siempre la posibilidad de huir para que el combate se acabe. En un estanque, esto es imposible, lo que ocasiona regularmente heridas mucho más graves que las engendradas por enfrentamientos en su medio natural. Según los conocimientos científicos actuales sobre los delfines, los delfinarios no atenden al imperativo puesto por la ley, que exige que una especie cautiva pueda disponer de medios de vivir normalmente en el medioambiente creado por el hombre. Entonces, es rigurosamente imposible crear un medioambiente oceánico en un espacio tan reducido como un estanque o una laguna, como en Harderwijck o en Antibes.

III. Los delfinarios participan en la perpetuación de las matanzas de delfines en el Japón

 Masacre de delfines en Taiji - Copyright Oceanic Preservation Society

Un secreto denunciado por la película «The Cove»

La película « The Cove » – La Ensenada – saca a la luz el enlace entre la industria de la cautividad de los delfines y las matanzas que se desarollan cada año en la bahía de Taiji en Japón. Venden una parte de los delfines capturados a los entrenadores de los delfinarios por todas partes del mundo (Europa, América, Asia) mientras que matan el resto de ellos por su carne. Así un delfín vivo dedicado a la cautividad puede representar un beneficio de 150,000 $, mientras que venden los delfines matados por su carne más o menos 600 $. También capturan delfines por otras partes del mundo, como las Islas Salomón o otros paises en crisis (Haití, Cuba, África del oeste, etc.) donde las reglamentaciones de CITES no tienen ninguna fuerza de ley por falta de un gobierno preocupado por hacerlas respetar.

¡ Di «NO» a los delfinarios  !

Por todas esas razones, La Dolphin Connection se opone firmemente a la cautividad de los delfines, que estima constituir un tratamiento cruel y no ético para una especie de la que los científicos mostraron que tiene características intelectuales, morales y culturales por lo menos equivalentes a las del ser humano. Los cetáceos constituyen « primeros pueblos » auténticos del océano y deben ser protegidos a ese título y dotados de una personalidad jurídica. Así, en adecuación total con la Declaración de Helsinki de mayo de 2010, proclamada por una asamblea de científicos, filósofos y especialistas de fama internacional, La Dolphin Connection defiende la noción de « Derechos de la persona » para los delfines y los cetáceos, y en primer lugar el derecho a la vida y el derecho a la libertad.